miércoles, 9 de abril de 2014

Un poco de color, y todo estará bien

Un hada pintada de fantasía, cuatro paredes pintadas de azul cielo, cientos de mariposas pintadas de libertad, miles de burbujas pintadas de alegrías, y un suelo gris teñido de realidad. Quizás necesita algo color mar. Pero espera, ya lo tengo.
Me pregunto cuánto tiempo llevo aquí. Cuánto tiempo he estado sentada en este suelo tan frío. Puedo sentir mis piernas frías en mis senos y abdomen debido a la posición en la que estoy acostaba en el suelo. Estoy acurrucada, hecha un ovillo. Toco mis pies y están helados, aunque por alguna razón no estoy totalmente consciente de ello y no me importa.
Trato de recordar la razón o cómo llegué aquí, y me resulta bastante fácil hacerlo. Esa condenada memoria mía, supongo que es útil. Pero si soy sincera, la odio:
Había sido otro día normal, levantarse temprano, tomar una ducha caliente, ir a la universidad, almorzar, reír con mis amigos un rato en la plaza, ir al trabajo, soportar un jefe déspota, reír un poco más, y de vuelta a casa.
Al llegar me senté y encendí mi computador, revisé los nuevos mensajes, actualicé cada una de las redes sociales que tengo y hasta ese momento no había notado que son muchas, ¡vaya ociosa que soy! Me puse al día de lo que ha pasado, y hablé con algunos amigos. Las conversaciones tontas y superficiales se fueron dando con tanta facilidad: ellos decían estupideces, yo contestaba con una risa falsa mientras estaba en mi cuarto con una cara de pocos amigos que demostraba todo, menos alegría. Todo eso me parecía tan tonto, tan estúpido.
Mientras cliqueaba por aquí y por allá, empezó  a sonar esa canción tan suave, con tantos arreglos vocales que me encanta. Disfruté de la melodía que llenaba poco a poco mi cabeza y mi pecho. Seguí revisando mi computador. Y al comenzar la letra, no pude evitarlo y comencé a cantar. Vaya, qué letra tan deprimente, pero qué ritmo tan melancólico y abrazador. Me levanté del sofá, y moví mi pierna derecha hacia delante, mientras la inclinaba un poco la rodilla. Moví mi brazo derecho suavemente hacía arriba; como si dejara ir algo delicado, la música seguía reproduciéndose. Llevé mi pierna derecha otra vez adelante y tracé un semicírculo a mi alrededor. Empecé a moverme un tanto de brusquedad, pero sin dejar el ritmo de esa canción deprimente a un lado. Me movía, bailaba, dos pasos, un pequeño salto, subir los brazos. Bailé mientras que las voces me embriagan.
Ya le faltaban pocos segundos a la canción para terminar, y lo sabía. Toda esa melodía era una gama de notas tranquilas y calmadas, pero la letra era toda una ola de tristeza encerrada en notas musicales: en notas musicales que no eran lo suficientemente drásticas o profundas para poder expresarse. Y mientras la voz y notas musicales desaparecieron, también lo hacía la fuerza de mis piernas. Y me dejé caer.
Así fue como terminé aquí. Así terminé encerrada en esta habitación llena de color, de hadas, burbujas y sueños. La razón por la que pinte mi habitación es obvia y notoria para mí: Necesitaba llenar mi vida de color. Necesitaba olvidar lo gris y vacía que me siento muchas veces. Y me funcionó, o al menos así lo creía al principio.
    Pero luego de despertar cada día, necesito bajar de mi cama llena de sueños. Al hacerlo, toco el suelo gris realidad tan amplio y odioso… Tan frío. Tengo que ser sincera conmigo, necesito tener los pies en la tierra. No puedo pintar el piso de mi cuarto de un color y esperar poder  escapar de la verdad, de mi realidad.
    Así que mientras pienso en todo esto, y en cada miserable experiencia que he vivido me dejo invadir por el frío del suelo. Me acuesto en el piso del lado derecho, con mi pijama de conejos rosa y con mis brazos rodeo mis piernas. Y dejo que las lágrimas se liberen. Van cayendo poco a poco, están calientes, pero a medida que van bajando por mi rostro, se van enfriando y al llegar al suelo, no son más que una fría gota de lluvia.

                Me dejo ir, lloro todo lo que tengo que llorar. Sollozo como una bebita que se acaba de perder. Y no me importa, porque así me siento, así estoy: Como una niña perdida que no sabe a dónde dirigirse, y decide quedarse donde está, llorando. Mientras espera ser encontrada, y a medida que pasa el tiempo pierde las esperanzas y el interés.

1 comentario:

  1. Jajajajajajajjajaja YA SE que tienes serios problemas. POR eso eres tan IMBÉCIL

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